martes, 17 de junio de 2008

Extractos de “La decadencia de la mentira”, Oscar Wilde

Vivian: ...cuanto más abstracto, cuanto más ideal es un arte, más nos revela el carácter de su época. Si deseamos conocer a un pueblo por mediación de su arte, acudamos a su arquitectura o a su música.

Cyril: De acuerdo contigo en ese punto. El espíritu de una época es lógico que sea mejor expresado por las artes ideales y abstractas, ya que el espíritu en sí mismo es ideal y abstracto. Pero, en cambio, por lo que se refiere al aspecto visible de una época, para su apariencia, tendremos, naturalmente, que recurrir a la imitación.

Vivian: No lo creo tampoco. Después de todo, lo que en realidad nos dan las artes imitativas no son sino varios estilos de los artistas en particular, o de ciertas escuelas de artistas. Supongo no irás a figurarte que los hombres de la edad media se asemejaban lo más mínimo a las figuras de las vidrieras policromas de la época, o las talladas en piedra y madera, o las urdidas en la tapicería. Probablemente eran gentes de aspecto normalísimo, sin nada grotesco, extraordinario ni fantástico en su apariencia. La edad media, tal como la conocemos en arte, es simplemente una modalidad determinada de estilo, y no hay razón alguna para que no aparezca en pleno siglo XIX un artista con ese estilo. Ningún gran artista ve las cosas como realmente son. Si lo hubiera, dejaría de ser un artista...
Toma un ejemplo de nuestros propios días. Sé que eres aficionado a las cosas japonesas. Pues bien ¿Crees, realmente, que los japoneses, tal como nos son presentados en su arte, han existido nunca? Si lo crees es que nunca has comprendido el arte japonés. Los japoneses son la creación conciente y deliberada de ciertos artistas individuales. Si colocas una pintura de Hokusai o de Hokkei, o de cualquiera de los otros grandes pintores del país, junto a un caballero o una dama japonesa de verdad, inmediatamente echarás de ver que no hay ni el más ligero parecido entre ellos. La gente que vive actualmente en Japón no difiere gran cosa de la gente que vive en Inglaterra; esto es, que tanto una como otra son extremadamente vulgares y no tienen en sí nada de singular ni extraordinario. En realidad, todo el Japón es un puro invento. No hay tal país ni existe tal pueblo. Uno de nuestros más deliciosos pintores fue hace poco al país del crisantemo con la loca esperanza de ver a los japoneses. Y todo lo que vio, todo lo que pudo pintar son unas cuantas linternas y abanicos. Por más que hizo, no le fue posible descubrir a los habitantes tales como nos los mostró la deliciosa exposición japonesa celebrada en la galería Dodsweswell. Dicho pintor no sabía que los japoneses son, como acabo de decir, una simple modalidad de estilo , una exquisita fantasía artística. Así si deseas saborear un efecto japonés, no deberás marchar a Tokio, como un turista cualquiera. Antes bien, te quedarás en casa, y te sumergirás en la obra de ciertos artistas japoneses , y luego, cuando te hayas impregnado del espíritu de su estilo y comprendido su modalidad imaginativa de visión, te irás una tarde cualquiera al parque o te pasearás por Picadilly; y si ves entonces algún efecto genuinamente japonés, es que no lo verás en parte alguna... // ...El hecho es que miramos hacia los tiempos pasados exclusivamente a través del arte, que, afortunadamente, nunca nos ha dicho la verdad.

Cyril: Pero ¿Y los retratos de los pintores actuales, qué? No me negarás que se parecen a los retratados.

Vivian: Desde luego. A tal punto se parecen, que dentro de cien años nadie creerá en ellos. Los únicos retratos en los que se cree son los retratos en los que hay muy poco del modelo y mucho del artista. Los dibujos de Holbein sobre hombres y mujeres de su tiempo nos dan la impresión de una realidad absoluta. Pero es simplemente porque Holbein obligó a la vida a captar sus condiciones, a sujetarse a las limitaciones de él, a reproducir el tipo por él creado y a presentar la apariencia que él deseara. El estilo es lo que nos hace creer en una cosa; el estilo, exclusivamente. La mayoría de nuestros retratistas actuales están condenados al olvido absoluto. Jamás pintan lo que ven, pintan lo que el público ve, y el pública no ve nada...